“ Los rumores fueron convirtiéndose en pruebas, y las pruebas en fechas. Llegaron a la ciudad castellana comentarios de que el rey de León, Fernando II, al que los moros apodaban el Baboso, se dirigía a Toledo con su ejército. También esas voces decían que habían oído a alguien que en los caminos se decía que andaban cortos de vituallas y que las sacarían de Segovia, y que si la villa se oponía la pondrían sitio, tomando por fuerza lo que de grado se les negaba.
Tres días después llegaron esas pruebas: unos ojeadores del ejército leonés fueron interceptados y capturados por una patrulla de caballeros del concejo, que los llevaron maniatados a la villa ante los preocupados ojos de sus moradores, quienes miraban en silencio mientras el grupo atravesaba sus calles. Curiosamente, algunos de los judíos más ricos de Segovia habían marchado de la ciudad esa misma noche junto con todas sus pertenencias.”
Tres días después llegaron esas pruebas: unos ojeadores del ejército leonés fueron interceptados y capturados por una patrulla de caballeros del concejo, que los llevaron maniatados a la villa ante los preocupados ojos de sus moradores, quienes miraban en silencio mientras el grupo atravesaba sus calles. Curiosamente, algunos de los judíos más ricos de Segovia habían marchado de la ciudad esa misma noche junto con todas sus pertenencias.”
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