16/11/09

LA MULA

“Once de enero de 1.939. IV Año Triunfal. Si no fuera porque es noche cerrada, Castro podría ver cómo llueve una agua mansa sobre los barbechos de trigo, sobre los olivares, sobre las huertas, sobre los pueblos dormidos, sobre los desmontes de las vías, sobre los ríos y sobre los arroyos. Desde su asiento de ventanilla en el tercer vagón del tren correo de Córdoba, la vida parece más amable. En el bolsillo superior derecho de su guerrera nueva, que le han entregado en la intendencia de Córdoba, lleva un billete de viaje hasta el apeadero de Los Rosales. En el bolsillo izquierdo, asegurados con su botón, guarda el pasaporte que lo autoriza a viajar hasta Burgos, Compañía de Destinos del Cuartel General del Generalísimo, y las quinientas pesetas que le han entregado, contra firma del recibo correspondiente, por triplicado, el oficial pagador de Mayoría del Gobierno Militar de Córdoba.
Castro va contento por cuatro motivos: porque está lejos del tomate, porque todo lo que lleva es de estreno, hasta los calzoncillos y las botas, porque lleva en el bolsillo más dinero del que ha tenido en su vida y porque ve mundo, una experiencia que no sabía que fuera a gustarle tanto. Es la única ventajilla que le ha encontrado a la guerra, que gente como él, que de ordinario no hubiera salido jamás del pueblo, siempre con el mismo horizonte, gracias a la guerra se mueve y se percata de lo diferente que es España según vas de un lado para otro.”Lástima que no podamos llevarnos bien y que tengamos que matarnos”, piensa.”

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