10/12/09

EL CRIMEN DEL PADRE AMARO

“Era domingo de Pascua cuando se supo en Leiría que el párroco de la Catedral, José Miguéis, había muerto de madrugada de una apoplejía. El párroco era un hombre sanguíneo y cebado, que pasaba entre el clero diocesano por “el comilón de los comilones”. Se contaban historias singulares sobre su voracidad. Carlos el de la botica — que lo detestaba — solía decir siempre que lo veía salir después de la siesta, con la cara enrojecida, harto:
— Ahí va la boa a rumiar. ¡Un día revienta!.”

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