“Veinte hamacas vacías. Trece balancean pingajos de hombres. Renegridos harapos humanos. La miseria pendonea en las caras. Trota el miedo a la muerte en el ambiente. Trota por el piso de tierra del barracón. La tripa duele de hambre. El brazo de cansancio. El pecho de soledad. Falta comida, descanso y compañía. También escasea Dios. Se ha fugado. Dos velas, en los extremos del barracón, vigilan con sus ojitos rojos. En una esquina un hueco hediondo enamora a las moscas. Sobre él se acuclillan los hombres y excretan. Uno flacucho, llega estrangulando el dolor de vientre con manos asesinas. Espanta las moscas tenaces, Las tripas tristes trepidan un triste plato de trigo. O de pienso hervido. La fetidez se lleva como una oración. Una hoja de plátano, verde y ancha como la envidia, le higieniza la exclusa al navío eyector. Regresa a la hamaca con paso lento y mirada de alivio. Afuera hay un paisaje de grillos, luna y alambre de púas. Cantan las púas un canto filoso sobre el tema de la muerte. Los grillos meditan. Ladra un can la falta de su hembra. O tal vez de un ciego.”
CARLOS ALBERTO MONTANER
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