" Cuando entraron en la habitación grande, acompañados por el dueño de la casa, todos se removieron, murmuraron, alargaron las cabezas como un seto lleno de arbustos y flores de colores que se reanima inesperadamente con un golpe de viento.
(...)
Durante largo rato había observado desde la ventanilla del avión la imagen amenazadora de las montañas. Se diría que sus agudas cumbres fueran a rasgar en cualquier momento el vientre del aparato. Por doquier tierras abruptas. Sombrías laderas que se precipitaban bruscamente bajo la niebla. En aquellos abismos y barrancos, por toda aquella vastedad invernal se pudría bajo la lluvia el ejército que él venia a exhumar. Ahora que contemplaba por primera vez la tierra extranjera, experimentaba con mucha más claridad el turbio miedo que le ocasionaba desde hacía muchos meses la sensación de irrealidad a la que estaba unida su misión. Su ejército estaba allá abajo, fuera del tiempo, inmóvil, calcificado, cubierto por la tierra, y él habia asumido la tarea de alzarlo del barro. La sola idea le causaba temor. La suya era una misión antinatural, en la que la ceguera, la mudez y la absurdidad estarían siempre presentes. "
Ismail Kadaré
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