“El embajador de Granada contempló las ruinas del hipódromo. Aquella vasta extensión de terreno cercada por un graderío había representado, en su día, el poder y la grandeza del imperio que dominaba el mundo.
Constantinopla, Bizancio, o Estambul, la nueva Roma. Toda aquella riqueza había caído en manos de los turcos hacía medio siglo, con sus palacios, iglesias, bibliotecas, almacenes, mármoles y estatuas.
los sucesivos pobladores de la ciudad habían arrancado las placas de mármol para revestir con ellas sus palacios y sus casas. El mortero del relleno quedaba a la vista, lleno de agujeros habitados por lagartos y sabandijas. En las grietas erosionadas por el tiempo crecían higueras locas y malas hierbas.”
JUAN ESLAVA GALÁN
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