27/9/09

Fábula sobre los sentimientos

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los humanos. Cuando el aburrimiento ya había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso: ¿Vamos a jugar a las escondidas?. La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse preguntó: ¿A las escondidas? ¿Y eso cómo es?.
Es un juego —explicó la locura—, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden; y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar con el juego.
El entusiasmo bailó secundado por la euforia, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar. La verdad prefirió no esconderse... ¿para qué? Si al final siempre la encontraban. La soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse...
Uno, dos, tres… comenzó a contar la locura.
La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra en el camino.
La envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanza a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos... ¿Un lago cristalino? (Ideal para la belleza). ¿La hendija de un árbol? (Perfecto para la timidez). ¿El vuelo de la mariposa? (Lo mejor para la voluptuosidad). ¿Una ráfaga de viento? (Magnífico para la libertad). Así terminó por ocultarse en un rayito de Sol. El egoísmo, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero solo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes. El olvido... se me olvido donde se escondió... pero eso no es lo importante. Cuando la locura contaba 999.999, el amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado… hasta que divisó un rosal y estremecido decidió esconderse entre sus flores.
¡Un millón!, contó la locura y comenzó a buscar… La primera en aparecer fue la pereza sólo a tres pasos detrás de una piedra. Y la pasión y el deseo, se sintieron en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia y claro, así pudo deducir donde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo. El solo salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la belleza, y con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos, al talento entre la hierba fresca; la angustia en una obscura cueva, a la mentira detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta al olvido... que ya se le había olvidado que estaba jugando a los escondidos... Pero solo el amor, no aparecía por ningún sitio...
La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en las cimas de las montañas y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y las rosas... Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas hasta que un doloroso grito se escuchó... Las espinas habían herido en los ojos al amor... la locura no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo...
Desde entonces... desde la primera vez que se jugó a las escondidas en la Tierra… El amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

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